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不朽的惠特曼《草葉集》|博爾赫斯

《序言集以及序言之序言》,2015

上海譯文出版社

沃爾特 ·惠特曼《草葉集》

任何人,在他讀過令他眼花繚亂的《草葉集》之後,再細心研讀任何一篇關於作者的傳記時,都會感到失望。詩集令他們想像作者應是一位半神半人似的流浪者;但是,人們在發灰的、平凡的生平傳記裡,找來找去卻找不到這樣一個流浪詩人。這至少是我個人和我所有朋友們的體會。我這篇序言的一個目的就是要解釋—下,或者說是,嘗試著解釋一下這個叫人迷惑的巨大差異。

1855年有兩部值得記憶的書出現在紐約,它們很不同,但都具試驗性質。第一部是朗費羅的《海華沙之歌》,它立馬就火了起來,現在已涼了,已退居學院文選之中,供孩子們看著玩,或是供學者們收藏。朗費羅是打算用英語為原來住在新英格蘭地區的紅種人,寫下一篇預言式的神話史詩的。他為了使詩的格律不同一般,讓它帶上某種土著色彩,參考了伊萊亞斯·蘭羅特編寫的(或曰恢復的)芬蘭史詩《卡勒瓦拉》的韻律。另一部書,當時不為人知,現在卻變得不朽了,它就是《草葉集》。

Leaves of Grass《草葉集》

Norwalk, CT: The Easton Press, 1977

我剛才說這兩部書不同。它們確實不同。《海華沙之歌》是一位優秀詩人深思熟慮的作品,他為寫作跑遍了大小圖書館,到處踏訪,靠耳聽筆錄,也靠想像力。《草葉集》則是破天荒地推出一位天才。兩者的差別如此顯著,真難以想像它們會是同時期的作品。然而,有一個事實把它們聯繫在一起,那就是:它們都是美國史詩。

美國在當時是理想的象徵,遠近聞名,現在由於濫用選舉票箱和蠱惑人心的辭令,已經不那麽象徵了,儘管數百萬人曾經為這個理想奉獻出他們的鮮血,並且還在繼續奉獻著。那時全世界都在注視著美國和美國的“競技民主”。證據多得不可勝數,我只需用歌德的一句名言(“美國,你的效率是最棒的……”)來提醒讀者就夠了。愛默生差不多一直是惠特曼的老師,在愛默生的影響下,惠特曼肩負起了為美國民主這個新的歷史事件撰寫一部史詩的任務。我們不應忘記,我們這個時代的第一場革命,引起法國和我們各國革命的第一場革命,是美國革命,而民主就是美國革命的指導思想。

怎樣充分地講述人類這個新的信仰呢?方法明晃晃地擺在那裡;換了別的作家,要麽圖方便,要麽是隨習慣,幾乎誰都會採用。東拚西湊編一支讚歌,或者是寓言故事,加上些“噢”“啊”的感歎詞和大寫字母,就得了。幸好,惠特曼沒有這樣做。

他認為民主是個新事物,頌揚民主也應採用新方法。

我提到史詩。在年輕的惠特曼所熟悉的,被他稱為封建時代的著名的典範史詩中,每篇都有一個中心人物:阿喀琉斯、尤利西斯、埃涅阿斯、奧蘭多、熙德、齊格弗裡德、基督。這個中心人物的形象比其他人物要高大,其他人物都隸屬於他。惠特曼覺得這種突出個人的寫法屬於已經被推翻的,或者說是,我們想推翻的那個世界——貴族世界。他想,我的史詩不能是這樣的;它應該是多元的,應該公開宣揚所有的人無可比擬地絕對平等,並以此為基點。這樣的要求似乎注定了要導致紛繁的堆砌和混亂;可惠特曼是個真正的天才,他神奇地避開了這種危險。他進行了文學史上從未有過的最大膽、最艱巨的試驗,而且成功了。

說到文學創作上的試驗,一般是指影響比較大的失敗的實踐,如像貢戈拉的《孤獨》和喬伊斯的作品。惠特曼的試驗結果非常成功,使我們忘記了那是一次試驗。

惠特曼在他書中的一首詩裡提到許多人物,有些還是頭上有光環的、傑出的人物,令人想起中世紀的畫卷。他說他要畫一幅無限長的畫卷,畫上無數的人物,每個人頭上都要帶著他的光環。這麽雄心勃勃,怎麽能做得到呢?惠特曼令人難以置信地做到了。

他像拜倫一樣需要一位英雄,但是他的英雄,作為大眾民主的象徵,必須像會分身的斯賓諾莎的神一樣,數不勝數、無處不在。他創造了一個我們還沒有完全理解的奇特人物,給他取了個名字叫沃爾特·惠特曼。這個人一身二形;他是生於長島的普通記者沃爾特·惠特曼,走在曼哈鎖大街上會有某個來去匆匆的朋友跟他打招呼;同時他又是另一個他曾想當而未當成的人,一個冷漠、敢乾、無所顧忌、闖蕩過美國各地的風流人物。這樣一來,在書中某些地方,惠特曼出生在長島;在另一些地方,他又出生在南方。在最為真實的《自我之歌》中,他講述了墨西哥戰爭中的一段英雄事跡,他說他是在得克薩斯州聽人家講的,可他又從未到過那裡。他還宣稱他曾親眼目睹處決廢奴主義者約翰·布朗的場面。這樣的例子不勝枚舉:幾乎沒有哪一頁,他沒把真實的惠特曼,和他曾想成為、現在在想像中,在對世世代代人們的熱愛中已經成為的惠特曼,混在一起。

惠特曼已成為多元的;作者決心使他成為一個無限人物。他還要給《草葉集》的主人公再增添一個身份,從而變得三位一體,這第三個身份就是讀者,一個不斷變換的讀者。讀者總是傾向於將自己等同於作品的主人公,讀《麥克白》,在一定意義上說,就是要當一回麥克白。雨果有一本書,題目就叫《雨果生活的見證人講述雨果》。據我們所知,惠特曼是把這種暫時的等同利用到極致,利用到永無完結的複雜的終點的第一人。一開始,他運用對話:讀者同詩人交談,問他聽到些什麽,看到些什麽,或者是向他傾訴未能早些認識他、愛他,心裡有多麽難過。惠特曼對讀者問題的回答是:

我看到高喬人越過平川,

看到舉世無雙的騎手馳騁草原,

他手執套索緊緊追趕,不容野馬逃竄。

還有:

這些思想並非我個人獨出心裁,

它們實際上為一切人所共有,不分國家和時代。

要不為你我共有,它們就要淘汰,或近乎淘汰;

如果它們不是謎與謎底,那它們就得淘汰;

倘若不是既近又遠,那它們必定淘汰。

它們像草,哪兒有土有水,就會長起來,

它們是大家共有的空氣,把我們的星球覆蓋。

摹擬惠特曼語氣的,大有人在,也各有千秋,像桑德堡、馬斯特斯變馬雅可夫斯基、聶魯達等,都曾這樣做過。但是,除了確實解不開、讀不懂的《為芬尼根守靈》的作者外,誰也沒再去嘗試創造一個多元人物。我再說一遍,惠特曼是生於1819年到1892年間的一個普通人,又是那個他想當卻未當成的人,也是我們和將要來到世上的人們中間的每一個人。

惠特曼史詩中的主人公是個三重身分的惠特曼——這是我的一個想法,我這樣設想並不是自不量力地試圖抹殺,或者以某種方式削弱他的作品的神奇之處。恰恰相反,是要升華它。設計一個雙重、三重,直至無限重身份的人物,只能是真正的天才文學家的雄心;實現這個雄心,是惠特曼成就的偉業,而且至今尚無人企及。在一次咖啡俱樂部關於藝術沿革史的辯論中,人們提到教育、種族、環境等等對藝術的影響,而畫家惠斯勒隻說了一句:藝術是偶然發生的,這等於承認美學實踐從本質上說是不可解釋的。希伯來人就是這樣想的,他們講神靈天助;古希臘人也這樣想,他們說是文藝女神繆斯使然。

沃爾特·惠特曼《草葉集》選集

博爾赫斯翻譯並作序 華雷斯出版社,1969

至於說到我的譯文……正如瓦萊裡所說的,誰也沒有比一件成品的製作者本人更深刻地了解該成品的缺欠。商業炒作總是宣稱,新的譯者已經把以前那些不稱職的譯者遠遠地拋在了後頭,我可不敢說我的譯文一定比別人的好。而且我不曾無視它們的存在;我參考了弗朗西斯科·亞歷山大的譯本(基多,1956),而且獲益匪淺。我至今仍覺得他的譯本是最好的,雖然他有時過於直譯了一點,其原因可能是出於尊重原作,也有可能是由於過分依從英-西詞典。

惠特曼的語言是現代語言;要過上數百年才會成為該廢棄的語言。到了那時,我們就可以對惠特曼的作品自由自在地進行翻譯和再創作了。就像豪雷吉翻譯《法薩利亞》,查普曼、蒲柏和勞倫斯翻譯《奧德賽》那樣。在那一天到來之前,我看惟一的可能就是像我現在這樣,采取一種介於個人的翻譯和勉為其難的硬譯之間的譯法。

有件往事令我稍感心安。記得許多年前看過一次《麥克白》的演出,無論是對白的譯文,還是演員的表演和那糊塗亂抹的舞台,都夠差勁;儘管如此,當我離開劇場來到大街上時,依然唏噓不已。是莎士比亞打下來了基礎;惠特曼也會是這樣子的。

沃爾特·惠特曼《草葉集》選集

博爾赫斯翻譯並作序

華雷斯出版社,1969年,布宜諾斯艾利斯

薩瓦托:(1974.12.14和博爾赫斯對話)

……

我記得很久以前看過一次《麥克佩斯》。無論翻譯、演員還是胡亂塗抹的舞台設計都糟糕之極。可是散場後我來到大街上,心情非常沉重,因為悲劇中的那份激情深深地打動了我。莎士比亞早已成功地壓倒了作品的譯者。

《博爾赫斯與薩瓦托對話》雲南人民出版社 奧爾蘭多·巴羅內整理 趙德明譯

不清楚此段是否來源於博爾赫斯的序言?

Walt Whitman

Hojas de hierba

Quienes pasan del deslumbramiento y del vértigo de Hojas de hierba a la laboriosa lectura de las piadosas biografías del escritor, se sienten siempre defraudados. En las grisáceas y mediocres páginas que he mencionado, buscan al vagabundo semidivino que les revelaron los versos y les asombra no encontrarlo. Tal, por lo menos, ha sido mi experiencia personal y la de todos mis amigos. Uno de los propósitos de este prólogo es explicar, o intentar una explicación, de esa desconcertante discordia.

Dos libros memorables aparecieron en Nueva York el a?o 1855, ambos de índole experimental, ambos muy distintos. El primero, inmediatamente famoso y ahora relegado a las antologías escolares o a la curiosidad de los eruditos y de los ni?os, fue el Hiawatha de Longfellow. Este quiso donar a los pieles rojas que habían habitado New England una epopeya profética y mitológica en lengua inglesa. En pos de un metro que no recordara los habituales y que pudiera parecer aborigen, recurrió al Kalevala finlandés que había forjado —o reconstruido— Elías L?nnrot. El otro libro, entonces ignorado y ahora inmortalizado, fue Hojas de hierba.

He escrito que los dos eran distintos. Innegablemente lo son. Hiawatha es la obra meditada de un buen poeta que ha explorado las bibliotecas y que no carece de imaginación y de oído; Hojas de hierba, la inaudita revelación de un hombre de genio. Las diferencias son tan notorias que resulta increíble que ambos volúmenes fueran contemporáneos. Un hecho, sin embargo, los une: los dos son epopeyas americanas.

América era entonces el símbolo famoso de un ideal, ahora un tanto gastado por el abuso de las urnas electorales y por los elocuentes excesos de la retórica, aunque millones de hombres le hayan dado, y sigan dándole, su sangre. El orbe entero tenía puestos los ojos en América y en su ?atlética democracia?. Entre los testimonios innumerables, básteme ahora recordar al lector uno de los epígrafes de Goethe (Amerika, du hast es besser…). Bajo el influjo de Emerson, que de algún modo siempre fue su maestro, Whitman se impuso la escritura de una epopeya de ese acontecimiento histórico nuevo: la democracia americana. No olvidemos que la primera de las revoluciones de nuestro tiempo, la que inspiró la revolución francesa y las nuestras, fue la de América y que la democracia fue su doctrina.

?Cómo cantar de un modo condigno esa nueva fe de los hombres! Había una respuesta evidente; la que hubiera elegido, tentado por las facilidades de la retórica o por la mera inercia, casi cualquier otro escritor. Urdir laboriosamente una oda o tal vez una alegoría, no desprovista de interjecciones vocativas y de letras mayúsculas. Whitman, felizmente, la rechazó.

Pensó que la democracia era un hecho nuevo y que su exaltación requería un procedimiento no menos nuevo.

He hablado de epopeya. En cada uno de los modelos ilustres que el joven Whitman conocía y que llamó feudales, hay un personaje central —Aquiles, Ulises, Eneas, Rolando, El Cid, Sigfrido, Cristo— cuya estatura resulta superior a la de los otros, que están supeditados a él. Esta primacía, se dijo Whitman, corresponde a un mundo abolido o que aspiramos a abolir, el de la aristocracia. Mi epopeya no puede ser así; tiene que ser plural, tiene que declarar o presuponer la incomparable y absoluta igualdad de todos los hombres. Semejante necesidad parece conducir fatalmente a un mero fárrago de la acumulación y del caos; Whitman, que era un hombre de genio, sorteó prodigiosamente ese riesgo. Ejecutó con felicidad el experimento más audaz y más vasto que la historia de la literatura registra.

Hablar de experimentos literarios es hablar de ejercicios que han fracasado de una manera más o menos brillante, como las Soledades de Góngora o la obra de Joyce. El experimento de Whitman salió tan bien que propendemos a olvidar que fue un experimento.

En algún verso de su libro, Whitman recuerda telas medievales con muchos personajes, algunos aureolados y preeminentes, y declara que se propone pintar una tela infinita, poblada de infinitos personajes, todos con sus aureolas. ?Cómo ejecutar semejante haza?a? Whitman, increíblemente, lo hizo.

Necesitaba, como Byron, un héroe, pero el suyo, símbolo de la populosa democracia, tenía que ser innumerable y ubicuo, como el disperso dios de los panteístas. Elaboró una extra?a criatura que no hemos acabado de entender y le dio el nombre de Walt Whitman. Esa criatura es de naturaleza biforme; es el modesto periodista Walter Whitman, oriundo de Long Island, que algún amigo apresurado saludaría en las aceras de Manhattan, y es, asimismo, el otro que el primero quería ser y no fue, un hombre de aventura y de amor, indolente, animoso, despreocupado, recorredor de América. Así, en alguna página de la obra, Whitman nace en Long Island; en otras en el Sur. Así, en una de las piezas más auténticas del Canto de mí mismo, refiere un episodio heroico de la guerra de México y dice haberlo oído contar en Texas, donde no estuvo nunca. Así, declara haber sido testigo de la ejecución del abolicionista John Brown. Los ejemplos podrían multiplicarse abrumadoramente; casi no hay página en que no se confundan el Whitman de su mera biografía y el Whitman que anhelaba ser y que ahora es, en la imaginación y en el afecto de las generaciones humanas.

Whitman ya era plural; el autor resolvió que fuera infinito. Hizo del héroe de Hojas de hierba una trinidad; le sumó un tercer personaje, el lector, el cambiante y sucesivo lector. Este ha tendido siempre a identificarse con el protagonista de la obra; leer Macbeth es de algún modo ser Macbeth. Walt Whitman, que sepamos, fue el primero en aprovechar hasta el fin, hasta el interminable y complejo fin, esa identificación momentánea. Al principio recurrió al diálogo; el lector conversa con el poeta y le pregunta qué oye y qué ve o le confía la tristeza que siente por no haberlo conocido y querido. Whitman responde a sus preguntas:

?Veo al gaucho que cruza la llanura, veo al incomparable jinete de caballos con el lazo en la mano, veo sobre las pampas la persecución de la hacienda brava.?

Y también:

?Estos son en verdad los pensamientos de todos los hombres en todas las épocas y países; no son originales míos.

Si no son tan tuyos como míos, son nada o casi nada,

Si no son el enigma y la solución del enigma, son nada,

Si no son tan cercanos como lejanos, son nada.

Esta es la hierba que crece donde hay tierra y hay agua,

Este es el aire común que ba?a el planeta?.

Innumerables son los que han imitado, con éxito diverso, la entonación de Whitman: Sandburg, Lee Masters, Maiakovski, Neruda… Nadie, salvo el autor del inextricable y ciertamente ilegible Finnegans Wake, ha vuelto a acometer la creación de un personaje múltiple. Whitman, insisto, es el modesto hombre que fue desde 1819 hasta 1892 y el que hubiera querido ser y no acabó de ser y también cada uno de nosotros y de quienes poblarán el planeta.

Mi conjetura de un triple Whitman, héroe de su epopeya, no se propone insensatamente anular, o de algún modo disminuir, lo prodigioso de sus páginas. Antes bien, se propone su exaltación. Tramar un personaje doble y triple y a la larga infinito, pudo haber sido la ambición de un hombre de letras meramente ingenioso; llevar a feliz término ese propósito es la proeza no igualada de Whitman. En una polémica de café sobre la genealogía del arte, sobre los diversos influjos de la educación, de la raza y del medio ambiente, el pintor Whistler se limitó a decir: Art happens (El arte sucede), lo cual equivale a admitir que el hecho estético es, por esencia, inexplicable. Así lo comprendieron los hebreos, que hablaban del Espíritu; así los griegos, que invocaban la musa.

En cuanto a mi traducción… Paul Valéry ha dejado escrito que nadie como el ejecutor de una obra conoce a fondo sus deficiencias; pese a la superstición comercial de que el traductor más reciente siempre ha dejado muy atrás a sus ineptos predecesores, no me atreveré a declarar que mi traducción aventaje a las otras. No las he descuidado, por lo demás; he consultado con provecho la de Francisco Alexander (Quito, 1956), que sigue pareciéndome la mejor, aunque suele incurrir en excesos de literalidad, que podemos atribuir a la reverencia o tal vez a un abuso del diccionario inglés-espa?ol.

El idioma de Whitman es un idioma contemporáneo; centenares de a?os pasarán antes que sea una lengua muerta. Entonces podremos traducirlo y recrearlo con plena libertad, como Jáuregui lo hizo con la Farsalia, o Chapman, Pope y Lawrence con la Odisea. Mientras tanto, no entreveo otra posibilidad que la de una versión como la mía, que oscila entre la interpretación personal y el rigor resignado.

Un hecho me conforta. Recuerdo haber asistido hace muchos a?os a una representación de Macbeth; la traducción era no menos deleznable que los actores y que el pintarrajeado escenario, pero salí a la calle deshecho de pasión trágica. Shakespeare se había abierto camino; Whitman también lo hará.

Buenos Aires, 19 de junio de 1969.

上海譯文出版社

《序言集以及序言之序言》,1975

Prólogo Con Un prólogo De Prólogos

題圖:惠特曼,1880

上色 By ?ric Dorchain

Behance.net/EricDorchain

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